Caza y Conservacionismo
En cuantas conversaciones
hemos tenido que defender nuestra pasión, es difícil de
recordar. El concepto de conservacionismo es probablemente uno
de los que más se discute y se opina en el mundo actual donde la
ecología está tan de moda, pese a que sea uno de los menos
conocidos y peor interpretados. Muchas veces por querer hacer el
bien, a falta de conocimiento del tema, se logra exactamente lo
contrario, y es precisamente lo que ha estado pasando cuando
para salvar o conservar una especie, lo único que se ha logrado
es ayudar a que desaparezca.
Organizar la parte profesional
de turismo de caza es fundamental. Bien organizado y controlado
es en realidad un incentivo directo para salvar la fauna y su
hábitat específico así como un factor de expansión del
conservacionismo inclusive afuera de áreas protegidas como son
los límites de los parques nacionales o provinciales donde
trabajar con biólogos calificados se torna indispensable para la
conservación de cada ecosistema y su fauna respectiva y el uso
racional de los recursos renovables.
Las grandes manadas de
animales silvestres en Africa fueron diezmadas por el cambio de
clima, guerras civiles, epidemias, furtivismo y necesidades
alimenticias provocadas por la expansión de las poblaciones
humanas, y no por el turismo de caza que no debe ser confundido
con la caza comercial de antaño. La caza moderna muchas veces
acusada de ser una de las causas de esta alteración es al
contrario un factor muy importante para la conservación cuando
está convenientemente regulada. En estas condiciones, el impacto
provocado en el ecosistema es muy bajo por ser una actividad de
volumen muy escaso, selectivo, además de tener el efecto de
desalentar el furtivismo. En Tanzania por ejemplo, se prohibió
la caza en 1974, pero se autorizó de nuevo en 1979, al darse
cuenta de los efectos negativos que esta medida provocó en los
ingresos y la calidad de vida de su población. Se estima que en
el año 1988 el turismo de caza cobró un poco menos del 1% del
total de los animales matados pero significó una entrada de U$S
37 millones al Gobierno de Tanzania. Para 1990, se estimaba un
ingreso de U$S 120 millones por año y por el mismo concepto.
En Zimbabwe, un programa de
“management” de los recursos silvestres llamado CAMPFIRE es
probablemente uno de los proyectos conservacionistas más
creativos en Africa. CAMPFIRE fue creado como un experimento
pare cambiar la mentalidad del poblador rural africano hacia la
vida silvestre así como para compensarlo de los daños
ocasionados por estos mismos animales silvestres con tal éxito
que ya entró en vigor en la mitad de los distritos del país y
sirve de modelo en todo el sur del continente africano. La idea
es que los pobladores piensen en los animales silvestres como un
“commodity”, si la vida silvestre paga, entonces hay que
explotarla, y para que se perpetúe en el tiempo, hay que
organizaría y controlarla. Un elefante matado por revancha
significa sólo unas dos hectáreas salvadas de maíz, en cambio un
elefante cazado en un safari puede significar hasta la mitad del
ingreso anual en concepto de cualquier otra actividad que
pudieran tener. Pensando en la vida silvestre en términos
comerciales, Rowan Martin, gurú del departamento de vida
silvestre de los Parques Nacionales de Zimbabwe, piensa que con
una buena gestión, es factible obtener ingresos mayores por
hectárea los que superan cualquier planteo económico de
producción convencional. Lo revolucionario del sistema es que
ahora el poblador rural se transformó en un socio del guía de
caza en cuanto a fauna y del gobierno en cuanto a
conservacionismo. Además las sumas que el gobierno devuelve a
estas comunidades tuvieron por efecto una notable mejoría en su
calidad de vida, con mejor atención de su salud, mejor
educación, sin contar la creación de numerosos puestos de
trabajo necesarios para cubrir la parte de control del
furtivismo y relevamientos de la fauna existente.
La vecina Zambia instituyó un
programa similar llamado ADMADE que establece el mismo tipo de
asociación entre el gobierno, el turismo de caza y las
poblaciones rurales. En este tipo de relaciones, el furtivismo
aparece como un robo a la comunidad lo que tiene por efecto un
mejor control de la fauna por parte de las poblaciones rurales y
un notable decaimiento del mismo.
A través de estos programas,
la vida silvestre se ha transformado en un verdadero planteo
económico generador de empleos y de divisas. Aunque las
organizaciones ecológicas tarden en reconocerlo, en Zimbabwe por
ejemplo, las poblaciones de elefantes y otros animales como los
búfalos están en franco crecimiento pese a la cacería, pese al
abatimiento periódico organizado (“culling”), y eso gracias a
emprendimientos de esta naturaleza. En cambio en Kenia donde se
prohibió la cacería de elefantes en 1976 y toda cacería el año
siguiente, cuando por licencias se cazaban 300 elefantes por
año, se mataron 30.000 elefantes para llevar su marfil a los
mercados de Hong Kong en los cinco años subsiguientes, pese a
los entusiastas aplausos de los que propusieron este tipo de
medidas como las más conservacionistas.
Para pensar. |
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