El por qué
Los que practicamos este
deporte muchas veces hemos sido despreciados, vilipendiados y
tildados de meros asesinos.
Discrepamos con Otega y Gasset
cuando dice que los animales “se limitan a estar ahí” sin llenar
su vida nada más que con instintos. Muchas veces los hemos visto
más racionales que los humanos. Entre ellos no existen guerras,
intrigas y políticas perniciosas como en nuestra especie y si
matan, lo hacen para sobrevivir. El amor familiar debería ser
ejemplo para nosotros que hemos perdido los principios
fundamentales. Todo lo hemos transformado en el cruel mundo de
la oferta y la demanda, ignorado por ellos en su vivir de
subsistencia.
Desde hace tiempo se mantiene el
chascarrillo “dispararás por defensa, carne o trofeo, nunca por
matar” . Lo contrario sería caer en el asesinato de la res
de caza, incomprensible para todo buen deportista, pues no
podría utilizar el animal su “contramedio” para resguardarse del
cazador con su certera arma.
El tomar y liberar de los
pescadores, que los ha puesto en un plano ecológico muy superior
al de los cazadores, es un recurso psicológico burdo ya que el pobre pez
debe debatirse antes de ser arrojado a las aguas y en numerosas
oportunidades no sobrevive. El cazador realiza antes del disparo
la verdadera selección por medio de los prismáticos sin infligir
daño alguno a la pieza.
“Solo la explotación económica
de la fauna silvestre puede propender a su preservación”. Como
ejemplo puedo citar el de Namibia, país que en su totalidad es
un coto de caza, salvo la zona sur en las cercanías del río
Orange donde los recursos diamantíferos han primado. Ese país,
pese a la continua utilización como cazadero, no ha visto mermar
sus reservas cinegéticas como tantos otros de Africa que fueron
diezmados por los cazadores furtivos al no tener legislaciones
ciertas (Kenya, Uganda, etc.).
Eso es lo que generalmente
acontece cuando se cierran los cotos y se prohíbe la caza para
su conservación. El mejor ejemplo es citar lo
que está pasando con nuestro magnífico yaguareté, al haberse
vedado en la provincia de Misiones. Los chacareros lindantes a
los parques nacionales tienen que envenenarlos para preservar
sus modestos animales de cría, si hubiera una buena
legislación adecuada y altos precios para cazarlo, tanto ellos
como sus
animales de corral estarían a cubierto y no se tendrían que
hacer campañas fatuas para su conservación. Donde no hay dinero
no hay preservación. La caza debería abrirse
cautelosamente, e inclusive
con altos precios tendríamos innumerables cazadores dispuestos a
pagarlos y entonces sí, en pocos años volvería a renacer el
animal más bello de la fauna americana.
La diferencia entre
ecologistas y conservacionistas es archiconocida, pero para
puntualizar aún más sus alcances diremos que consideramos un
buen ecologista al que no consume proteínas animales
substituyéndolas por las de la soja, con el agregado polivitamínico de vegetales frescos para combatir la anemia.
Pero el excelente ecologista será el que no come más nada para
no depredar el mundo vegetal y sus maravillosas plantas en
crecimiento.
Y al decir del gran cazador
español Félix Díaz del Campo “Caza pues con la conciencia
tranquila. Y cuando derribes de un disparo a ese gran animal al
que tanto tiempo deseaste, contémplale con respeto, relájate
junto a él, admírale y piensa que lo que sientes en ese momento,
en esos instantes, lo hemos sentido millones de hombres desde el
principio de los tiempos”. |